martes, 2 de diciembre de 2008

LA CRISIS DEL IMPERIO ROMANO. (I)

1. La dinastía de los Severos (193-235)

Después del asesinato de Cómodo, en 192, se produjo una grave guerra civil que durante cuatro años asoló al imperio romano.
Septimio Severo se enfrentó a sus rivales y los venció. En el año 197 fue el amo indiscutido del imperio. Desarmó y disolvió la guardia pretoriana que había puesto en venta el imperio y la reemplazó por una de sus propias legiones danubianas. Esta medida no fue suficiente ni duradera.
En el año 235 el emperador Alejandro Severo fue asesinado y Roma pasó por una serie de guerras civiles y de invasiones extranjeras que duraron cincuenta años y desgarraron el Imperio. En este medio siglo, veintiséis hombres reclamaron el trono imperial con, al menos, cierto grado de aceptación, y muchos otros lo intentaron sin éxito. Todos excepto uno de éstos sufrieron una muerte violenta.
La causa básica de la anarquía residía en el hecho de que el ejército dominaba al Estado, y ese ejército ya no era una fuerza unida. Era reclutado cada vez más en las provincias y entre las clases más pobres, y vivía en condiciones que lo alejaban completamente de los civiles del imperio. Además un número creciente de soldados fueron reclutados entre los bárbaros germanos que habitaban al norte de la frontera romana. Cualquier jefe legionario podía usar a sus soldados para elevarse al trono imperial.

2. Diocleciano (284-305)

El principado estaba agotado y se necesitaba una nueva forma de gobierno. Los emperadores vivían en medio de ejércitos de un imperio en desintegración, combatiendo a los bárbaros con soldados que muy a menudo eran esos mismos bárbaros contratados. Diocleciano hizo de sí mismo más que un princeps (primer ciudadano) un dominus (señor). Introdujo el ceremonial de una monarquía oriental. El emperador se convirtió en una figura inaccesible, rodeado de una sagrada veneración y cuyos pasos eran acompañados de incienso, trompetas y las reverencias de multitud de lacayos, impresionaba e intimidaba a los soldados. Tales emperadores eran difíciles de matar.
Diocleciano diseñó un complicado sistema político denominado tetrarquía en el cuatro personas se encargaban de la dirección del imperio: dos augustos y dos césares.

3. Constantino (306-337)

Uno de los tetrarcas fue Constancio Cloro, cuya autoridad se extendía sobre la parte occidental del imperio. A la muerte de éste, las tropas proclamaron a su hijo Constantino como sucesor en el año 306. Constantino que gobernaba sobre la Galia y Britania se enfrentó con Majencio, que se había proclamado emperador, en Italia. Con la victoria en la batalla del puente Milvio, librada en las cercanías de Roma, Constantino se hizo con el poder.Constantino eliminó la medida de nombrar Augustos y Césares y volvió al sistema más natural de la sucesión dentro de un linaje real nombrando Césares a sus hijos. El reparto del imperio no consigue sino desencadenar nuevas guerras.

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